La "democracia", según Morena , es un concepto tan maleable como su ética y el oro de sus relojes. Prepárese para una comedia negr...
La "democracia", según Morena, es un concepto tan maleable como su ética y el oro de sus relojes. Prepárese para una comedia negra cortesía de la 4T, que ha decidido que el sistema electoral, ese que tan convenientemente los llevó al poder, necesita un "rediseño" radical. No, no buscan fortalecer la democracia; pretenden someterla, porque ¿para qué la pluralidad si se puede tener el control absoluto?. Su prioridad no es la justicia, sino "conservar el poder". Para ello, reescriben las reglas, nombran operadores incondicionales y desacreditan a cualquiera que no se subordine. La narrativa, por supuesto, es que todo lo anterior estaba "podrido", lo cual es conveniente, ¿no?
Una de las joyas de esta "transformación" es el asedio al sistema electoral y judicial. El INE, esa molesta institución autónoma, está en la mira para ser recortado, y el Tribunal Electoral, intervenido. La sobrerrepresentación, ese truco de magia con el que Morena convierte minorías en "mayorías artificiales", debería ser corregida, pero no, ellos prefieren perpetuarla. Y mientras tanto, la justicia en México sufre: jueces sometidos, fiscales de consigna y magistrados sin independencia real. Pero Morena, con su agudo sentido de la prioridad, prefiere intervenir en el proceso electoral antes que "limpiar" el sistema judicial.
Un ejemplo estelar de esta nueva moralidad es Pablo Gómez, quien dejó la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) sin rendir cuentas, con una lista de expedientes sin resolver, muchos de ellos involucrando a cercanos al régimen. La UIF, antes una herramienta técnica, se convirtió en un "instrumento político". Y la cereza del pastel: el mismo Pablo Gómez, alguna vez figura clave en la lucha por la democracia y la transparencia, es ahora el encargado de "desmantelar el INE". ¡Qué giro de guion! La "apantallante maroma con alto grado de incongruencia" está servida.
La propuesta de reforma electoral, una "herencia maldita" de López Obrador, busca eliminar a los plurinominales. Esto es, según las fuentes, una pésima idea: afecta la pluralidad, erosiona el equilibrio de poderes y consolida un régimen de partido único. El oficialismo, que llegó al poder usando estos mismos escaños, ahora los considera un estorbo. La justificación oficial es el "ahorro", una premisa tan falsa como la promesa de que no se usará dinero sucio. El verdadero objetivo es la "aniquilación de la oposición", porque ¿quién necesita alternancia cuando ya se tiene el "poder absoluto"?.
De hecho, el actual sistema electoral, con todas sus "imperfecciones", ha permitido que Morena gane la Presidencia, el Congreso y la mayoría de los estados. Entonces, ¿por qué cambiar algo que les funciona tan bien?. La presidenta Sheinbaum ya adelantó que a la gente "no le gustan los plurinominales", y claro, las encuestas de la "4T" siempre concluyen lo que los líderes quieren.
Al final, todo esto es una regresión al pasado autoritario pre-1989, cuando las elecciones eran controladas por el Ejecutivo y no existía la alternancia ni la oposición. El costo de la democracia mexicana no era solo monetario; era la confianza. Parece que la nueva administración está dispuesta a sacrificar ambas por el control total.
