El majestuoso circo legislativo de México nos ha regalado, una vez más, un espectáculo digno de aplausos, abucheos y, sobre todo, una buen...
El majestuoso circo legislativo de México nos ha regalado, una vez más, un espectáculo digno de aplausos, abucheos y, sobre todo, una buena dosis de humor negro. El clímax de esta función de clausura de la Comisión Permanente lo protagonizaron, ni más ni menos, que el 'austero' senador Gerardo Fernández Noroña y el 'valiente' líder priista Alejandro 'Alito' Moreno. ¿El escenario? La tribuna del Senado, que por un breve pero glorioso momento, se transformó en un ring de boxeo profesional.
La chispa que encendió esta pira de civilidad fue la, ya clásica, negativa de Noroña a conceder la palabra a la oposición, rompiendo acuerdos previos con la gracia de un elefante en cristalería. Alito, con la paciencia que lo caracteriza, decidió reclamar durante el mismísimo Himno Nacional. ¡Nada dice 'amor a la patria' como un buen empujón mientras se canta 'Mas si osare un extraño enemigo'! Alito, convertido en el "hombre verde" de la furia, se lanzó contra Noroña, que, según algunos, "ni aguantas nada, ¿no que muy trompo?". Noroña, siempre víctima y nunca agresor (según él), se limitó a exclamar "¡No me toques!" mientras se zafaba, argumentando que su prudencia y el respeto a la investidura le impidieron responder. ¡Qué nobleza!
La obra no estaría completa sin un elenco de apoyo. Emiliano González, el sufrido camarógrafo personal de Noroña y, al parecer, un mártir del Senado, fue empujado y pateado por Alito y otros priistas, terminando con collarín y el brazo vendado. Dolores Padierna, siempre en el ojo del huracán, intentó separar a los pugilistas, llevándose algún que otro empujón en el proceso. Otros diputados del PRI, como Carlos Gutiérrez y Erubiel Alonso, se sumaron a la fiesta, confirmando que la política mexicana es un deporte de lambisconería programada.
El telón de fondo de este "debate" incluía acusaciones de "traidores a la patria" contra Lilly Téllez, a quien Noroña, con su usual delicadeza, mandó "callarse". Además, se debatía la, para muchos, inverosímil riqueza de Noroña: una mansión de 12 millones de pesos en Tepoztlán, adquirida a crédito, que choca de frente con el discurso de "austeridad republicana" de la 4T. Él, por supuesto, asegura que su patrimonio es fruto de su "muchísimo trabajo" y sus millonarios ingresos de YouTube que, sorprendentemente, las cuentas no cuadran.
Tras la refriega, Noroña anunció, entre lágrimas de cocodrilo (o eso parecía), denuncias penales y solicitud de desafuero contra Alito, quien a su vez lo acusó de cobarde y provocador. La Presidenta Sheinbaum, con su inigualable sentido de la proporción, desestimó el escándalo de la casa, sugiriendo que es una distracción para no hablar de Genaro García Luna, como si la corrupción de ayer y la hipocresía de hoy no pudieran convivir armoniosamente.
En resumen, la Cámara Alta, bajo el “liderazgo” de Noroña, nos ha enseñado que el poder no solo corrompe, sino que también saca el "porro" que llevamos dentro. La política mexicana, fiel a su estilo, ha demostrado que prefiere el espectáculo y los golpes de pecho a los argumentos, dejando a la ciudadanía con la "vergüenza" de un Congreso que no sabe ni debatir ni cantar el himno afinado. Y así, queridos lectores, la decadencia parlamentaria se sigue escribiendo, un empujón a la vez.