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[PODCAST] Volver a empezar (y no morir en el intento)

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Nunca será fácil volver a empezar, pero quienes lo han logrado coinciden siempre en que un cambio drástico en sus vidas es lo que terminó salvándolas.

Es prácticamente una regla de la vida, y sin embargo nada nos prepara para afrontar el momento en el que sentimos la necesidad apremiante de salir de donde estamos. Experimentar algo radicalmente nuevo nos lleva a querer cambiar de pareja, de lugar de residencia, de trabajo, de profesión y de ambiente. Nos invade una pregunta: ¿me quedo en este “lugar” en el que mi vida parece irse apagando, o suelto amarras y me lanzo a lo desconocido?

Eso que nos impulsa a salir de donde estamos, dependiendo de nuestra situación, nuestra persona, nuestras relaciones, nuestra edad y nuestra historia, puede ser la búsqueda de sentido, el dolor sordo de la insatisfacción, la presión cada vez más insoportable del sufrimiento, el peso asfixiante del malestar, la sofocante y abrumadora presencia del aburrimiento o la carencia total de motivación. También pueden ser preguntas que cada vez aparecen más frecuentemente en el horizonte y que un buen día se aparecen cada vez que nos vemos al espejo cuando nos devuelve una imagen que ya deja de ser familia: ¿voy a seguir así hasta mi vejez?, ¿es esto lo que quiero?, ¿qué sentido tiene lo que estoy haciendo?, ¿cómo estoy viviendo mi vida?.
Bien lo decía Octavio Paz: “la salida sólo puede darse por la ruptura”. Decidir cambiar implica provocar rompimientos, confusión, sufrimiento, y entrar en crisis. No hay forma de evitarlo. Es justo en este punto en el que muchas personas se detienen, no toman el impulso para saltar al vacío enfrente de ellos, y lo único que logran al detenerse es hacer aún peor la incertidumbre en la que viven.

Hay muchas personas que entre los 40 y los 50 años se dan cuenta de que no viven su vida, o que la que tienen no es la que desean. De pronto se dan cuenta de que quieren dejar el trabajo que llevan haciendo durante décadas y dedicarse a otra cosa completamente distinta, o de pronto los agarra el deseo irresistible de formarse en otros ámbitos profesionales. Hay quienes lo llevan a extremos insospechados, como apuntarse a una ONG e irse a África, a Europa o a Asia, lo que antes equivalía a decir ‘me voy a la Legión Extranjera’, o bien dejan a su pareja y se van solos o con otra persona. Estallan en un paroxismo de cambio radical que, la mayoría de las veces, sale demasiado mal.

Y lo hemos visto una y otra vez. Una transformación brusca desemboca en una crisis existencial profunda.

Cuando nos avasalla esa casi irresistible sensación de querer empezar todo de nuevo, es imprescindible darle tiempo a la reflexión, abrir espacios para escribir, tomarse el tiempo para pasear y estar en contacto con la naturaleza, porque esa es la forma más práctica -y barata- para escucharnos a nosotros mismos. 
Semejante ejercicio también nos tiene que servir para algo a lo que mucha gente ya le tiene miedo per se: ser un poco más vulnerables. Y eso se alcanza abriéndonos para conversar, sincerarnos y arriesgarnos a que nos pase lo que tanto tememos, que es ser incomprendidos, pero es un paso necesario para buscar y crear nuevos vínculos. Debemos enfrentar el hecho casi ineludible de que perdamos a personas que nos han acompañado en una parte de nuestra vida, pero la enorme ventaja es que aparecerán otras relaciones que nos alimentarán de maneras diferentes. La clave es comenzar a entender que debemos avanzar en un mundo lleno de incertidumbres.

También es importante ser consciente de qué queremos saber de nosotros mismos, porque habrá también muchas veces en las que nos desagradará sabernos humanos, y la extensión de esa palabra implica descubrir carencias y fallas de personalidad que no siempre son agradables a la vista. Ante esta realidad, es indispensable estar dispuestos a descubrir nuevos sentidos para nuestro ser y nuestro hacer.

Llegar a todo esto requiere de enfrentar miedos. A nadie le gusta en lo absoluto tener que enfrentar la ruptura con la pareja o con los amigos, detestamos el conflicto y nos aterroriza el más mínimo asomo de incomprensión por parte de quienes estimamos su opinión. Para saber si estamos por lo menos equipados para hacer frente a este momento difícil necesitamos respondernos tres preguntas básicas: ¿Qué quiero realmente? ¿Qué obstáculos enfrentaré? ¿Qué me impide afrontar o superar ese obstáculo?

Si tenemos la respuesta honesta, sincera y franca a estas tres preguntas, entonces vale la pena el salto al vacío.

El cambio dramático en nuestras vidas también llega aunque no lo queramos. La jubilación, la muerte o la huida del cónyuge, los accidentes, la quiebra, las enfermedades, los desastres. No es fácil, para nada, enfrentar alguno de estos problemas, que suelen venir acompañados de otras pequeñas crisis que empeoran el panorama. Por difícil que sea, por doloroso que parezca, por arduo que sea, nunca, jamás debemos cometer el error de enfrentar rehacer nuestro proyecto vital desde la resignación, sintiéndonos atrapados en ella, porque entonces nuestra vida y nuestra ilusión se apagarán lentamente.
Otras veces, cuando nuestro proyecto de vida se ha basado en lograr éxito, poder, dinero, privilegios y estatus, llega un momento que todo deja de tener sentido. El individualismo en el que se ha sustentado esa vida deja de nutrirnos, y es entonces cuando necesitamos abrirnos a los otros para plantearnos el sentido de nuestra presencia en el mundo creando espacios de conexión, comunión y comunidad con los otros. Pasamos de pedir y necesitar a dar y compartir, y en el dar y en el darse es donde se planta la semilla de la felicidad. En momentos de gran tristeza, servir y ser útiles ayuda a salir de ese estado y a conectar con la alegría.

Servir a los demás incrementa nuestra capacidad de amar al prójimo. Se fortalece la generosidad. La persona que sirve a los demás crece en humanidad y en grandeza. No una basada en la ostentación o la fama, sino en la de vivir una vida con auténtico y verdadero sentido.

Cuando nos abruma la necesidad de cambiar, o cuando no nos queda más remedio que volver a empezar, nos da la impresión de que todo es caótico e inexplorado, pero en realidad existe un patrón de lo que nos sucede y que ha sido compilado por expertos para poder entender los desafíos de un modo más amable. En inglés le llaman change mindset, que en español significa ‘mentalidad para el cambio’. De una vez te adelanto que no significa que desaparezca el miedo ante lo desconocido, sino más bien de una actitud para que el terror a lo que no sabemos no nos paralice.

De entrada, se trata de identificar un objetivo futuro, un sueño o una situación que nos motive. Puede ser un proyecto grande, como por fin lanzarte a ser el dueño de tu propia empresa, o algo sencillo, como disfrutar más de nuestro tiempo libre. En momentos de inseguridad vale la pena preguntarse qué nos ilusiona o qué nos gustaría conseguir. Irónicamente, es un pensamiento muy frecuente en muchísimas personas debido a la irrupción del covid-19 en nuestras vidas.
El miedo que sentimos ante un cambio surge por el apego hacia aquello que tenemos y no queremos perder. Sin embargo, darnos permiso para soñar, para imaginar cómo nos gustaría vernos, es más poderoso para movilizarnos que recordar todo lo que dejamos atrás. Para dejar atrás nuestro sobrepeso, por ejemplo, resulta más eficaz poner una foto de uno mismo en el refrigerador cuando se estaba en forma y saludable que una imagen en la que aparezcamos gorditos. O cuando estamos en momentos complicados, nos da más energía colocar una foto de un viaje futuro, o dejar notas en casa con citas inspiradoras que nos motiven.

Un ejercicio saludable para entrenar nuestro change mindset consiste en armar una lista de todo aquello que nos gustaría conseguir y que realmente nos ilusione, aunque sean cosas sencillas. Se trata de estimular en nosotros una flexibilidad mental que nos sirva para contemplar la realidad desde diferentes perspectivas. Así como hacemos deporte o yoga para sentirnos físicamente mejor, nuestro cerebro necesita también su dosis de deporte o, en otras palabras, necesita yoga mental. La flexibilidad en nuestro pensamiento para empezar a tener una mirada más amplia nos ayuda a ser más empáticos con nosotros mismos y, sobre todo, a visualizar oportunidades ante los problemas que siempre se presentan.

Por eso, no nos debe de asustar el pensar que un cambio en nuestra vida exige dejar atrás a personas que hoy nos son importantes, porque precisamente la práctica del yoga mental demanda rodearnos de personas diferentes a nosotros, ya sea por su edad, su manera de pensar o sus ideas políticas. De esa forma se despierta la curiosidad y se deja a un lado el rechazo, que es una condición indispensable para asimilar rápidamente el cambio. Otra fórmula es aprender cosas que pertenecen a un ámbito diferente del que nos movemos, porque eso nos obliga a cuestionarnos y evitar el denominado ‘afianzamiento cognitivo’, que nos hace más torpes para crecer en entornos de incertidumbre.
En otras palabras, para entrenar y practicar el yoga mental hay que tener un pie fuera de nuestro mundo habitual y conocido.

Otro rasgo común de las personas con mentalidad de cambio es la proactividad. Los temores son difusos y ambiguos. El miedo habita en nuestra mente, pero se disipa con una acción con sentido. No significa que debamos caer en el hacer por hacer o que nos dejemos llevar por el síndrome del hámster, que corre como loco y sin sentido en una rueda que da vueltas pero que se queda en el mismo sitio. La proactividad que debemos cultivar es la nos ayuda a orientarnos en una dirección, ya sea un sueño o un proyecto, y se centra en lo que está en nuestras manos y lo que tenemos disponible para lograrlo. Este comportamiento no dedica energía a lo que se nos escapa, como el fin de la pandemia o cambiar al jefe o a la pareja, sino en lo que nosotros sí podemos hacer para transformar las cosas. Y no es poca cosa.

Nunca será fácil volver a empezar, pero quienes lo han logrado coinciden siempre en que un cambio drástico en sus vidas es lo que terminó salvándolas.

Y para salvarnos, y la historia de la humanidad nos lo repite una y otra vez, nos bastamos a nosotros mismos.

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@ELREPORTERO en vivo | José Antonio Zapata Cabral: [PODCAST] Volver a empezar (y no morir en el intento)
[PODCAST] Volver a empezar (y no morir en el intento)
Nunca será fácil volver a empezar, pero quienes lo han logrado coinciden siempre en que un cambio drástico en sus vidas es lo que terminó salvándolas.
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