Aprender a escuchar de verdad, y con todo lo que la palabra implica, es obligarnos a hacer un lado el 'yo' simple.
Revísese con detenimiento, porque es necesario que sepa que la enorme mayoría de las veces, el que siente que no es escuchado es porque no tiene la más mínima capacidad de escuchar a los demás.
Es crudo y duro, pero es cierto.
Cuando tenemos esa sensación de que quien está con nosotros no está escuchando lo que decimos, es porque nuestro interlocutor nos está prestando atención desde sus propios ruidos mentales y, según nuestra propia percepción y nuestros propios ruidos, no está abierto, y en estos casos, en vez de perder los estribos y lanzar reclamos a diestra y siniestra, conviene mejor preparar el terreno de la conversación, construir el momento y seleccionar mejor a la persona que queremos que nos escuche.
Primero que nada, tenemos que escuchar el montón de voces que traemos con nosotros mismos: la de su rol, la de su responsabilidad, las de su pasado, la de la opinión de otras personas, la de sus deseos insatisfechos, la de su lógica racional, la voz de sus miedos y preocupaciones, y la de su intuición, su conciencia... y otras más que seguro organizan su cháchara en este mar de voces interiores que conversan interminablemente en nuestro cerebro.
Lo sabemos, pero pocas veces nos detenemos a pensar en ello: nuestra mente habla a todas horas, todo el tiempo, sin detenerse. Así que, tomando en cuenta todo este mundo interior en nuestra cabeza, vale entonces la pena preguntarnos ¿qué calidad de escucha puedo ofrecer?, ¿puedo silenciar a todas esas voces para escuchar?
Ni siquiera vale la pena intentar hacer ver fácil esto, porque para nada lo es. No es tan sencillo como se lee y como se escucha cuando se lo digo yo u otra persona. Es necesario aprender a detenerse, y luego después a respirar pausadamente, para luego aprender a desacelerar el frenesí de la vida actual, y luego de eso es necesario aprender a desconectar uno a uno los ruidos externos y, después de todo eso, hacer limpieza de ellos como si fueran la basura que se acumula en casa. Hasta que usted logre esa última parte de todo ese proceso de pasar de un estado de excitación a un estado de paz, será entonces que pueda incorporar nuevos datos y, de entrada, aprender a no juzgar ni a suponer de antemano, que es la primera condición para de verdad sentirse escuchado.
La naturaleza es sabia y nos dio dos orejas para ampliar nuestra capacidad de escucha. Pero aquí es donde debemos preguntarnos ¿desde dónde escuchamos?. Es obligatorio pensar en esto porque la mayor parte del tiempo lo hacemos desde nuestro piloto automático, y con los hábitos adquiridos oímos sólo lo que nos confirma lo que ya sabemos y lo que creemos. Estamos tan centrados en nosotros mismos que antes de que el otro termine la frase le decimos: “Sí, eso ya lo sé”. Nos juramos a nosotros mismos que entendemos al otro, y ni siquiera le dejamos que termine su narración, porque nos limitamos a entender lo que confirma nuestras opiniones, no lo que la otra persona está expresando.
La clave para ser escuchados es empezar a escuchar con la intención de ser empáticos con quien nos habla. Eso nos permite dejar de limitarnos a captar los datos que se comparten con nosotros y centrarnos en el sentir. Conectamos. En ese vínculo hacemos a un lado nuestra agenda personal y nos abrimos a sentir lo que la otra persona dice. Atendemos sin juzgar, y lo hacemos desde la aceptación.
Insisto, no es para nada fácil y requiere mucha fuerza de voluntad. Pero cuando desarrollamos con eficacia esta capacidad de conectar con quien nos habla, entonces creamos otro nivel de escucha que genera un estado diferente mientras la practicamos, y cuando lo logramos nos obliga a acceder no solo a nuestro corazón abierto, sino también a nuestra voluntad abierta. Ese momento maravilloso de entendimiento y conexión nos hace pasar por un cambio profundo y sutil que nos conecta con una fuente de saber más profunda, y es entonces cuando aprendemos real y genuinamente de los demás.
Fracasaremos una y otra vez en este proceso, eso téngalo por seguro, pero es parte precisamente del obligado viaje a la conquista de nuestra mente, y cuando ésta finalmente está entrenada para estar serena, entonces se abren el corazón y la voluntad para escuchar, y esto va más allá de nosotros, y más allá del otro, porque en realidad estaremos entonces conectándonos con otra dimensión más universal. Y que conste que no estoy hablando de nada de religión ni mucho menos, pero es lo más cercano justamente al “estado de gracia” que tanto pregonan los católicos; el “entregarse voluntariamente a Dios”, según los musulmanes; encontrar “el gran camino” de acuerdo a los budistas; “luchar junto a Dios” según el judaísmo; o lograr según los hindúes el moksha, que es la salvación espiritual: se trata de sentir al otro y estar en comunión con el todo.
Aprender a escuchar de verdad, y con todo lo que la palabra implica, es obligarnos a hacer un lado el 'yo' simple, y así hacer caer las barreras que nos separan de las demás personas y sentir hasta los huesos la interconexión con todos y con el todo.
Nunca había yo hecho un podcast tan cercano a la espiritualidad, pero seguramente le sorprenderá saber que no profeso ninguna religión, pero por eso mismo absolutamente todas me merecen el mayor de los respetos, porque cada una de ellas, por disímbolas y diferentes que parezcan, tienen algo en común: nos orientan y encaminan a comprendernos y a abrazar la existencia del otro y más allá del otro. Pocas veces lo he logrado, y sigo buscando simempre y en todo momento volver a ese camino de entendimiento, porque entonces es cuando me siento un católico completo, un musulmán respetuoso, un budista hecho y derecho, un judío en toda la extensión de la palabra y un hindú comprometido. Es entonces cuando llega la maravillosa sensación de estar en el campo que nos une como humanos y que estoy en total conexión con él y que pertenezco a él.
Y de verdad, espero que usted también tenga cada vez más frecuentemente esa sensación, porque es felicidad pura, y de verdad se lo deseo a todo el mundo, y es por eso que agradezco infinitamente a todo, a todos y a esta vida maravillosa el que me permita que usted, del otro lado de su teléfono, de su computadora o de esta página web, me esté escuchando.
