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[Podcast] Ser uno mismo (sin perder la cabeza)

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Ser auténtico es más valioso que ser sincero: la persona sincera dice lo que piensa; la auténtica, en cambio, lo que efectivamente siente.

No faltan los compañeros que me insisten en que fue una mala idea poner mi número celular a disposición de los radioescuchas y podescuchas, porque me llegan centenares de consultas que sólo un profesional de la psicología puede resolver. No me asumo como psicoterapeuta, ni mucho menos, con quienes me hacen preguntas de todo tipo, pero en todo caso puedo darles mi opinión sobre lo mismo que nos obsesiona a todos los que estamos enfermos de vida, y que esta mañana de domingo encontré en mi whatsapp en forma de preguntas: ¿Quién soy yo realmente?, ¿cómo puedo llegar a ser yo mismo?

Ni idea, la verdad. Yo también me encuentro en esa búsqueda, pero puedo intuir que definitivamente no se puede llegar a ese nivel de desarrollo mental si seguimos viviendo condicionados por los juicios que tienen las demás personas sobre nosotros, y mucho menos lograremos saber quiénes somos si tratamos de pensar, sentir y comportarnos de la manera en que los demás creen e indican que debemos hacerlo.

No ayuda nada esa tendencia enfermiza de nuestra sociedad que ahora ama la competencia, que busca el éxito a toda costa y que demanda que todo el mundo busque la excelencia, y que desemboca en una nula tolerancia al fracaso. Y este camino enfermizo incluso ya forma parte de la currícula de escuelas privadas que presumen que en su oferta educativa cuentan con sistemas de competición para descollar las habilidades para potencializar el triunfo. El resultado son niños de ahora son juzgados por los profesores y por sus compañeros de clase, que sienten la presión de ser los número uno en todo en el kínder, en la primaria, en la secundaria, en la preparatoria y en la universidad y, peor aún, padres que promueven sin misericordia -y a veces hasta cruelmente- esa conducta lunática, porque ellos mismos están sometidos a esa absurda escala de valor.

Hay que decirlo: los medios de comunicación somos estupendos proveedores de frustraciones personales, y sólo basta revisar la lista de inquietudes que le recetamos a quienes consumen nuestros productos: ¿Ya se revisó la presión?, ¿ya viajó suficiente?, ¿cuida bien a su familia?, ¿está al día de política?, ¿tiene ya en sus manos el teléfono de moda?, ¿su peso es el adecuado?, ¿hace suficiente deporte?, ¿ha visto la última película más taquillera?. Con una presión tan descomunal es fácil que prácticamente nadie esté a la altura de las circunstancias -lo cual, además, hace felices a los mercadólogos y a los publicistas-.

"La forma más profunda de desesperación es la de aquel que ha decidido ser alguien diferente", dijo alguna vez el filósofo existencialista Sören Kierkegaard. Y vaya que estos tiempos le dan la razón a este inmortal danés.

Para ser uno mismo, es indispensable conocerse y ser consciente de qué tanto la imagen propia coincide con el yo real. Lograr esto requiere que dejemos de vernos como personas inaceptables, o seres indignos de respeto, tipos completamente inútiles, poco competentes, carentes de creatividad, obligados a vivir según normas ajenas e inseguros. Todo eso es falso, pero este sistema social nos ha aplastado toda nuestra vida con esos juicios de valor. Todo ese ciclo cruel e injusto se puede romper si aceptamos nuestras imperfecciones, porque entonces comenzaremos a vernos como personas con fallos y que no siempre actuamos como queremos. Y se lo aseguro: cuando ya no nos importan tanto nuestras imperfecciones y errores, es cuando uno empieza a disfrutar más la vida y se empieza a cuidar mejor. Se lo digo por experiencia, porque justo cuando uno llega a esa deliciosa parte es cuando la opinión de los demás sobre nosotros empieza a dejar de importar tanto. Y es maravilloso.

Encontrar ese remanso que es conectar de nuevo con uno mismo nos vuelve más creativos y las preguntas que nos hacemos son distintas, pues ya se centran en cosas que más enfocadas a responder preguntas que de verdad valen la pena, como: ¿cómo experimento mejor esto?, ¿qué significa para mí?; si me comporto de cierta forma, ¿cómo puedo darme cuenta del significado que tendrá para mí? Y eso es pasar de preguntarse qué esperan los demás, a considerar qué es lo que realmente queremos nosotros.

Tuve la suerte de haber estado en un colegio jesuita, pues me permitió encontrar a Francisco Jálics, fallecido a principios de este año, quien sostenía que ser auténtico es más valioso que ser sincero: la persona sincera dice lo que piensa; la auténtica, en cambio, lo que efectivamente siente.

Alcanzar ese alto objetivo también requiere que nos quitemos de encima los malos hábitos y que abandonemos las opiniones falsas, o mejor dicho: desaprender. Deconstruir las personas falaces y mentirosas en las que nos hemos convertido y hacer a un lado la pose del tipo que triunfa a toda costa, aunque por dentro se esté muriendo. Cuando uno desaprende todas las tonterías aprendidas, entonces es cuando se puede encender la luz de la razón e inspeccionar todos los rincones del alma, dedicar tiempo para ocuparnos de nosotros mismos, prestar atención a nuestras necesidades, establecer relaciones con nosotros mismos, acumular el valor para luchar contra las adversidades, cuidarnos para curarnos y convertir esos ejercicios mentales en una forma de vida.

Una vez que llegamos a esa maravillosa parte de la vida, entonces nos convertiremos en felices y serenos  aprendices del filósofo griego Epicuro, que dijo: "Nunca es demasiado pronto ni demasiado tarde para que uno se ocupe de su propia alma".

Así pues, creo fervientemente que, contrario a lo que me dicen mis colegas, darle a usted mi número de teléfono celular ha sido una de las decisiones más inteligentes que he hecho en mi vida, porque me doy cuenta diariamente que no estoy solo. Hay miles de personas detrás de ese aparato que también están en busca de respuestas, y es un privilegio poder decirles que todas ellas están dentro de ellos. Sólo es cosa de soltarse para aprender a volar.

Y ya que estamos en eso, aprovecho para dejarle aquí mi número telefónico, que es el 449 224 2551. Será un verdadero privilegio que me permita ser una pequeña parte de su crecimiento como persona.

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@ELREPORTERO en vivo | José Antonio Zapata Cabral: [Podcast] Ser uno mismo (sin perder la cabeza)
[Podcast] Ser uno mismo (sin perder la cabeza)
Ser auténtico es más valioso que ser sincero: la persona sincera dice lo que piensa; la auténtica, en cambio, lo que efectivamente siente.
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