Ah, méndigos explotadores Vaya sorpresa la que nos regaló el Departamento de Estado estadounidense: Marco Rubio revocó las visas a funcionar...
Ah, méndigos explotadores
Vaya sorpresa la que nos regaló el Departamento de Estado estadounidense: Marco Rubio revocó las visas a funcionarios centroamericanos por la "explotación" de médicos cubanos, declarando que el negocio de alquilar galenos caribeños constituye "trabajo forzado". Qué revelación tan impactante: resulta que cuando el gobierno cubano "renta" a sus doctores como si fueran tractores, les confisca los pasaportes y les paga migajas por servicios que cobra a precio de oro, eso se llama explotación laboral. ¿Quién lo hubiera imaginado?
Por supuesto, la cruzada de Rubio contra esta moderna versión de la trata de personas médica no es casual. El flamante secretario de Estado, hijo del exilio cubano, lleva décadas denunciando que La Habana convierte a sus profesionales en mercancía exportable. Mientras tanto, nuestros progresistas gobiernos latinoamericanos aplaudían este "internacionalismo solidario" como si fuera la octava maravilla del mundo.
Ahora, los arquitectos de esta brillante estrategia sanitaria tiemblan ante la posibilidad de sanciones. Hugo López-Gatell, quien durante el sexenio de AMLO insistía en que la contratación de médicos cubanos "no representaba una amenaza", debe estar sudando frío pensando en sus próximas vacaciones a Disney World. Zoé Robledo, el genio que desde el IMSS-Bienestar gestionó la llegada de 700 médicos cubanos para "reforzar el sistema de salud", probablemente ya esté revisando su pasaporte.
La excusa oficial siempre fue que los médicos mexicanos no querían ir a lugares remotos e inseguros, como si la solución lógica fuera importar esclavos médicos del Caribe en lugar de mejorar las condiciones laborales y de seguridad. Pero claro, es más fácil ser solidario con la mano de obra ajena que resolver los problemas propios.
La deliciosa ironía es que mientras México se hacía pasar por el adalid de los derechos humanos, participaba alegremente en un esquema de explotación laboral que haría sonrojar a cualquier maquiladora. Pero eso sí, lo llamábamos "cooperación Sur-Sur" y "intercambio de conocimientos". Qué elegante manera de blanquear el tráfico de personas.
Ahora que llega la hora de las cuentas, los funcionarios involucrados en este teatrito humanitario descubren que su altruismo tenía un pequeño detalle: estaban financiando un sistema de esclavitud moderna. Pesos a tostones a que el próximo viaje de Rubio a México incluirá una lista muy específica de nombres para discutir. Al final, resultó que la solidaridad internacional tenía un precio, y no precisamente moral.
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Las trampas de Drácula
En México convocar un periodo extraordinario de sesiones requiere algo más que buenas intenciones y discursos grandilocuentes. Quién hubiera imaginado que para legislar de manera extraordinaria se necesitan dictámenes listos, no solo extraordinarias ganas de quedar bien con Palacio Nacional.
La Comisión Permanente de hoy tenía una sola tarea: definir las fechas para los extraordinarios de junio y agosto. Pero claro, eso implicaría que tanto el Senado como San Lázaro hubieran hecho la tarea básica de tener listos los dictámenes correspondientes. Error garrafal suponer que nuestros distinguidos legisladores se tomarían en serio algo tan trivial como cumplir con los requisitos legales para convocar sesiones extraordinarias.
Desde Palacio Nacional suenan las trompetas de la urgencia, exigiendo que se aprueben varias iniciativas que seguramente cambiarán el rumbo de la patria. Pero resulta que la maquinaria legislativa funciona con la eficiencia de un Tsuru del 92 en pleno tráfico del Periférico: mucho ruido, mucho humo, pero avanza a paso de tortuga artrítica.
En el Senado, la situación adquiere tintes de telenovela política. Todo parece indicar que Adán Augusto López está aplicando la técnica del "arte de dilatar", convirtiendo el proceso legislativo en una versión parlamentaria del juego de las sillas. El ex secretario de Gobernación, quien se las sabe todas en materia de manejos políticos, aparentemente ha decidido que las prisas presidenciales no son necesariamente sus prisas senatoriales.
La deliciosa ironía es que el mismo gobierno que se jacta de su eficiencia y capacidad de transformación se estrella contra la realidad de que gobernar requiere algo más que buenos deseos y conferencias mañaneras. Cuando el Poder Ejecutivo necesita que el Legislativo actúe con celeridad, descubre que sus propios aliados tienen sus propios tiempos, sus propias agendas y, aparentemente, sus propias razones para no acelerar el paso.
Al final, el periodo extraordinario se convierte en un oxímoron viviente: no hay nada extraordinario en la ordinaria lentitud con que funciona nuestro sistema legislativo. Mientras tanto, las iniciativas presidenciales esperan en el limbo burocrático, víctimas de la eterna batalla entre las prisas del poder y la parsimonia parlamentaria.
La pregunta del millón es si Adán Augusto está jugando ajedrez político o simplemente aplicando la ley de Murphy legislativa: si algo puede salir lento, saldrá lentísimo.
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Los payasos llegaron a Washington
La comisión plural de senadores mexicanos llegó ayer a Washington con todo el dramatismo de una misión de rescate en película de acción: presión del tiempo, recursos limitados y, para rematar, el PRI decidió bajarse del avión prácticamente en la escalerilla, alegando "exigencia de seriedad y respeto en la conducción de la política exterior parlamentaria". Vaya manera elegante de decir "nos vamos porque no nos gusta cómo manejan las cosas".
Por supuesto, nos aseguran desde las altas esferas que la ausencia de una de las principales fuerzas políticas en esta delegación parlamentaria "no tendrá impacto alguno" en las negociaciones. Claro, porque nada dice "unidad nacional" como llegar divididos a cabildear contra el impuesto del 3.5% a las remesas que ya aprobó la Cámara de Representantes estadounidense y que ahora espera su turno en el Senado de ese país.
La realidad es que esta misión diplomática tiene más pinta de excursión escolar mal organizada que de estrategia de alto nivel. Los senadores Ignacio Mier, Alejandro Murat, Andrea Chávez y compañía llegan a Washington cuando las cartas ya están prácticamente echadas. El paquete legislativo que impone el tributo del 3.5% a las remesas enviadas por migrantes sin ciudadanía ni residencia permanente avanza con la implacable precisión de una aplanadora republicana.
La realidad es que nuestros distinguidos legisladores sólo van a tomarse fotos para Instagram y a acumular anécdotas para el café matutino. Porque seamos honestos: cuando Trump y sus huestes republicanas se proponen algo, la diplomacia parlamentaria mexicana tiene tanto poder de persuasión como un vendedor de seguros en un velorio.
El embajador Esteban Moctezuma, veterano de estas lides, ha visto pasar suficientes comisiones parlamentarias como para saber que entre las buenas intenciones mexicanas y los resultados concretos en Washington hay un abismo más profundo que el Gran Cañón del Colorado.
Mientras tanto, en el mundo real, los analistas ya advierten que el impuesto podría empujar a los migrantes hacia métodos informales de envío, abriendo la puerta al crimen organizado. Pero eso sí, nuestros senadores regresarán con la conciencia tranquila de haber cumplido con el protocolo.
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Así hasta yo ahorro…
¡Abracadabra! El gobierno federal acaba de anunciar que logró un ahorro histórico de 12 mil millones de pesos en la compra de medicamentos gracias al innovador mecanismo de "subasta inversa". Con bombos y platillos, la presidenta Claudia Sheinbaum presumió que mediante este proceso revolucionario se adquirieron 399 claves de medicamentos equivalentes a 988 millones de piezas. El subsecretario Eduardo Clark García Dobarganes incluso se permitió la elegancia retórica de señalar que este ahorro equivale a "construir 5 hospitales de 120 camas o el sueldo anual de 30 mil médicos especialistas". Qué maravilloso mundo de las equivalencias matemáticas, donde los pesos ahorrados se convierten mágicamente en hospitales y médicos.
Pero aquí viene la pregunta incómoda que nadie quiere hacer en voz alta: ¿ya se resolvió el maldito desabasto de medicamentos o seguimos jugando al teatro de las cifras bonitas? Porque resulta que presumir ahorros cuando los pacientes siguen haciendo filas interminables en las farmacias es como celebrar que compraste el carro más barato del lote mientras sigues caminando al trabajo.
La realidad es que Sheinbaum lleva meses prometiendo que el desabasto se resolverá "en los primeros dos meses del año", luego "en unos meses", y ahora resulta que la distribución de esta compra consolidada empezará hasta marzo. Mientras tanto, los hospitales públicos siguen operando con el dramatismo de un episodio de hospital de televisa: mucho llanto, mucha angustia y medicamentos que brillan por su ausencia.
La deliciosa ironía es que el mismo gobierno que destruyó el sistema de compras que funcionaba relativamente bien ahora se felicita por "innovar" con subastas inversas, como si fuera el primer gobierno en la historia en negociar precios con proveedores. Es como si un pirómano se convirtiera en bombero y esperara aplausos por apagar el incendio que él mismo provocó.
Lo más patético del asunto es que mientras celebran los 12 mil millones ahorrados, siguen sin explicar por qué tardaron seis años en "descubrir" que se podía negociar mejores precios. ¿Acaso durante todo el sexenio de AMLO estuvieron pagando de más por gusto? ¿O será que el desabasto no era realmente una consecuencia de los "monopolios farmacéuticos malvados" sino de la impericia gubernamental para manejar las compras públicas?
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Nomás era cosa de esperar la lluvia
Los tremendos berrinches meteorológicos de Tláloc parecían tener una misión divina: convencer a los maestros de la CNTE de que era hora de levantar su épico plantón en el Centro Histórico. Las trombas y aguaceros que han azotado el Valle de México durante días llegaron con la puntualidad de un castigo bíblico, inundando carpas, empapando pancartas y convirtiendo el campamento magisterial en una versión acuática de resistencia sindical.
Pero resulta que ni la furia celestial ha logrado lo que 21 días de negociaciones fallidas no pudieron: las fuerte trombas que sacudieron la capital provocaron inundaciones en el plantón magisterial, pero los maestros reafirmaron su determinación con lonas improvisadas y bajo el agua: "llueva o truene". Vaya terquedad la de estos pedagogos mojados.
Sin embargo, algo parece estar cediendo en la férrea voluntad de los educadores. Por primera vez en tres semanas, se prevé que este miércoles la CNTE dé a conocer sus resolutivos después de 21 días de movilizaciones. Quizás, solo quizás, la combinación de rayos, truenos y las quejas de los comerciantes que aseguran que el plantón ahuyenta clientes y bajan sus ventas entre 50 y 70% finalmente esté surtiendo efecto.
Porque seamos honestos: después de más de 20 días sin clases, hasta el sindicalismo más radical debería preguntarse si vale la pena seguir castigando a los niños por la terquedad del gobierno federal. Claro, la lucha por la derogación de la Ley del ISSSTE de 2007 es legítima, pero convertir a los estudiantes en daño colateral indefinido tiene su límite moral, aunque sea uno muy elástico.
La ironía suprema es que mientras más maestros llegaron el lunes para reforzar el plantón en el Zócalo, y más de 700 maestros de Zacatecas y Chihuahua se sumaron a las protestas, la presión atmosférica parece estar haciendo más mella que toda la presión política ejercida hasta ahora.
El clima ha demostrado ser un negociador más eficaz que la Secretaría de Gobernación: sin promesas vacías, sin mesas de diálogo estériles, solo agua fría, viento inclemente y la realidad de que hasta los movimientos más heroicos tienen sus límites físicos. Si Tláloc logra lo que no pudieron los funcionarios federales, habrá que considerar nombrarlo Secretario de Educación.
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La rifa del tigre
No, esto fue más bien un bingo en el manicomio. Contra todo pronóstico—y contra toda lógica si somos sinceros—el indígena mixteco Hugo Aguilar Ortiz se alzó como el nuevo ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Sí, ese mismo.
¿Quién lo hubiera dicho? Bueno, todos, excepto Lenia Batres, Yasmín Esquivel y Loretta Ortiz, quienes con toda la pompa de su toga y el ego bien planchado, terminaron viendo cómo el peso de los acordeones presidenciales provocaba que les pasaba de largo el tren de la historia… y les tocó en la cara el humo.
Guadalupe Taddei, la consejera presidenta del INE que últimamente parece disfrutar ser vocera de obviedades, recordó que la Constitución es clarísima: no importa si es Juan o Juana, sino quién saque más votos. Pero el dato escuece: Claudia Sheinbaum, presidenta de las ambigüedades controladas, había lanzado la papa caliente al INE diciendo que aún no se sabía si sería hombre, mujer o quimera quien dirigiría el máximo tribunal.
Pues ya se sabe: la cuota de Palacio tiene mano. Ganó Aguilar Ortiz, y ahora el tigre es suyo… aunque, francamente, no sabemos si lo rifaron, lo heredaron o simplemente lo soltaron en su oficina.
